“Por la expresión Idea estética entiendo esa representación de la imaginación que nos obliga a pensar mucho sin que ningún pensamiento determinado, es decir, de concepto, llegue a resultarle adecuado, y que por consiguiente ninguna lengua puede expresar completamente y hacer inteligible” Kant

Si el arte es la expresión de una visión del mundo cuya existencia misma supone en el artista la irrenunciable necesidad de decir, el resultado es la genuina develación de su intimidad, condicionando su alcance a la disposición sensible del contemplador. Sin duda la imagen implica un contenido iconográfico cuyo nivel estético consagra la obra de arte; en estos términos todo signo es un mensaje destinado a una reelaboración, vía de coparticipación en el proceso de acabado de la obra, en que el grado de fidelidad de la resolución formal - mayor o menor aproximación a la realidad – no es óbice a su expresividad.

Martín Tisnés es un artista joven interesado en la construcción de un universo personal, ignorante de los vicios que el fácil renombre local suele a veces generar en individuos carentes de la capacidad de dimensionar significados. Su obra es sosegada, intimista, inquietante y auténtica en tanto especular. Una tácita emotividad subyace a sus imágenes en su casi totalidad ausentes de cromatismos, resueltas en un no color que rehúye ambos extremos privativos, blanco y negro, circunscribiéndose a grises.

Cuadros de pequeño porte, próximos como un susurro de voces apenas sugeridas: vaguedad multiplicadora del sentido, pero en todo caso fuertemente afectiva como manifestación de un estado anímico indefinible. La abstracción como tónica general se complementa con un grupo mínimo de obras figurativas que tampoco permiten una visión integral de los íconos, como si la percepción del mundo sólo fuera mínimamente asequible. Lo explícito se torna insinuado y la narración ve bloqueadas sus vías de acceso al exterior.

“Sólo en la dificultad del ver hay algo que se pueda ver” Pere Salabert

Una suerte de niebla encubre las apenas definibles formas fantasmagóricas, acaso imperceptibles. Sobre el común denominador vagaroso, en ocasiones apenas texturadas, sus pinturas hacen hincapié en lo sesgado y complejo del afuera, trátese de abstracciones, de claras representaciones o de veladas y parciales iteraciones de otras obras. Una máscara – escultura gris, de afilados rasgos y ojos ciegos, exhibe una perspectiva fragmentaria: impasible, inexpresiva, acerada, glacial. Dos cuadrantes superiores de una puerta ofrecen una visión incompleta y sesgada: sólida, opaca, no oficia como sistema de acceso, sino como elemento de bloqueo; también ella es ciega.

Caso especial representa el rostro de expresión contenida, presentado en encuadre potenciado por eliminación de todo detalle superfluo: rasgos circunscriptos a lo esencial, concentrando con insistencia el gesto  congelado de pasmo. El personaje se manifiesta rebasado por el espectáculo imprevisto que contempla, dejando aflorar la estupefacción emergida desde su inconsciente. Sin embargo es manifiesto el deseo de neutralizar la intensidad de la narración demasiado ligada a la realidad, a través de la eliminación de detalles y la aplicación de un velo agrisado. Por este método, con antecedente en  Gerhard Richter, Tisnés obtiene en esta pintura el necesario distanciamiento conceptual que vincula la imagen al resto de la propuesta.

“Si una cosa destaca por su exceso de visibilidad no prende largo tiempo en su mirada (v. gr.: la imagen pornográfica) (…) Aquello que realmente vemos porque reclama nuestra atención y además consigue mantenerla nunca llega a definirse por su total visibilidad (el erotismo, el arte son buenos ejemplos)” Pere Salabert

Aquello apenas esbozado opera como un acicate a la imaginación, actuando como un hilo conductor tendido entre la obra de arte y la intuición sensible del espectador - pars pro toto: el mundo habita en el sujeto, que es siempre igual a sí mismo. De todas formas la sima esencial en que los hombres se identifican es lo bastante rica como para disparar evocaciones de diferente orden en cada contemplador cuyo universo subjetivo comporta una impronta empírica.

Las pinturas abstractas de Martín Tisnés marcan en su vaguedad la ausencia de ritmos dinámicos, enfatizando el espíritu silente y detenido. Los planteos figurativos parciales, tan impasibles en su realidad – aun en el caso del desvaído retrato femenino - como las superficies abstractas monocromáticas, presentan una orientación diagonal pronunciada: una visión parcial que incita a la desazón de lo inacabado. En algún caso la imagen presentada en un cuadro es reproducida parcialmente en otro, como un hipertexto  cuyas citaciones concitaran la atención sobre la imagen reiterada, suerte de ritornello estéril. La idea de impotencia ad infinitum parece estar contenida en estas imágenes concatenadas.
Pintura cabal, ascética, de casi nula narración, despojada de sensualidad táctil. El mutismo planea sobre las imágenes cuya elocuencia fluye a partir de lo oculto: una aparente opacidad de implicancia latente, paradoja distante del puro vacío. Obra abierta a partir de su propia vaguedad, sin embargo concluyente  en una cierta desazón sin motivo explícito; un mensaje tangencial de agobio por agotamiento. El color obliterado, la escasez de formas definidas y la perspectiva sesgada de algunas imágenes son la expresión manifiesta de una voluntad de rehuir el discurso para comunicar un estado de ánimo por la vía de la emoción tácita.

El sentimiento de hundimiento en una masa indiferenciada experimentado por el individuo anónimo contemporáneo condiciona la actitud que Pascal llamó “divertimento”, formas artificiales de evasión como recurso al anonadamiento del paradójico “sujeto global”. Su realidad sin embargo vegeta en el marasmo que halla su reflejo en los cuadros de Tisnés, especie de inquieta reflexión sobre el vacío, capaces de comunicar justamente eso, la inercia del statu quo o la algodonosa sensación de turbia vaguedad, expresiones de lo inexpresable.

María E. Yuguero



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